Sus labios sobre los míos, su lengua en mi boca… y en otras partes.
Una respiración entrecortada y áspera le llena el pecho, el sonido de un deseo puro, de angustia, necesidad y hambre.
Coloca las manos sobre las mías y empieza a guiar mis movimientos, mostrándome el ritmo y la presión que prefiere.
Yo jugueteo con la punta, trazando círculos con la palma de la mano contra su carne hasta que, con un gruñido feroz, James aparta la mano y aplasta sus labios contra los míos.
Su boca, que es presión caliente y lengua rápida, me arranca un gemido de la garganta.
Me pego a él. Cada borde de nuestros cuerpos se adapta a las suaves curvas del otro.
Alargo la mano para aferrarle el pelo, el cuello, todo lo que esté a mi alcance.
Busco su lengua con la mía, y cuando ambas chocan salvajemente, me besa con más intensidad, hasta que nuestras bocas están tan fusionadas que me empiezo a marear por la falta de aire.
James se aparta y me concede un leve respiro.
—¿Cómo se desata esta cosa? —g