Elizabeth Romano
Llegué a la oficina y me encontré con alguien que pensé que no vería en mucho tiempo, o más bien, que no quería ver por ahora.
No olvido que la última vez que nos vimos, me llamó "estúpida y fácil". No permitiré que nadie me trate de esa manera, aunque entiendo que estaba enojado por nuestra pelea y el recuerdo de su novia fallecida.
Seguí de largo, ignorándolo por ese hecho y porque no puedo verlo a la cara después de lo que pasó anoche con Rodrigo.
Cuando llegué a mi oficina, él se presentó allí como Pedro en su casa.
— Necesito que firmes unos papeles —dijo, con un tono impersonal.
— ¿Solo me dirás eso? —respondí, tratando de mantener la calma.
— No tengo nada que decir. Lo nuestro se acabó, Elizabeth. Es obvio que sigues enamorada del imbécil de Montalbán, y yo no soy segundo plato de nadie. Si algo me sobra es dignidad —me espetó, con desdén.
— Lo siento, yo no quise...
Él me interrumpió bruscamente.
— No digas nada. Solo te advierto una cosa: tú puedes andar de