Suiza era uno de los mejores lugares que Rebecca había visitado en su vida, era hermoso, natural y la compañía fue la mejor que pudo haber tenido en toda su vida. Aleksander intentaba complacerla y siempre lograba hacer algo para robarle una sonrisa. Luego de aquella primera ocasión, habían hecho el amor un par de veces más y todas fueron mucho más cómodas y placenteras que la primera. Aleksander parecía tener claro la forma adecuada de colocar sus manos sobre su esposa y ella disfrutaba todo lo que él estaba dispuesto a otorgarle. Tanto placer como estuviera dispuesto a brindarle.
—Podría quedarme aquí para siempre—murmuró Rebecca pegándose a su marido mientras este se inclinaba para depositar un beso en su cabello. Ambos permanecían desnudos entre las sabanas y Rebecca se deleitaba con su calor. Era cálido y agradable.
—Yo también podría hacerlo.
—Sin Camille o Emilia—dijo Rebecca.
—Sin papá o Alessia—continuó su marido haciéndola sonreír para luego besar sus labios sin una pizca