—¿Nacerán?
—Serán dos varones, dos niños—informó—, crecerán sanos y fuertes, tal y como su marido desea, sin embargo, la sombra de la muerte se ha posado sobre ambos y la maldición de la envidia y la ambición los envolverá cubriéndolos con un halo negro de deseo de venganza y poder.
La cara de Alessia Salvatore se puso pálida.
—¿Qué quiere decir?
La anciana mostró dos cartas, una parecía más terrible que otra, pero la interpretación fue avasallante para la joven mujer:
—Uno de sus hijos cometerá fratricidio y asesinará al otro por tres razones—volteó tres cartas más para intentar encontrar más detalles—, el dinero, el amor y…los celos.
La confesión hizo que las piernas de Alessia fallaran y agradeciera que estaba sentada porque de haber estado de pie, habría terminado en el suelo de la impresión. Con ojos suplicantes, rogó a la gitana no decir aquellos detalles a su esposo, solicitó confesar lo que él quería saber…si sería o no padre algún día. La anciana terminó accediendo y cumplien