Isabela, tratando de tranquilizar a su esposo, dijo, —Ya que estás tan ocupado con el trabajo, deberías irte. Yo acompañaré a la abuela a dar un paseo. La tía Tania acaba de decirle algo y la abuela se ha puesto roja como un tomate.
La vieja señora York permaneció en silencio.
Callum se rió a carcajadas por celular, aunque se abstuvo de preguntar qué le había dicho Tania, no lo hizo por miedo a que su abuela revelara más momentos embarazosos sobre él.
Después de terminar la llamada, Callum dejó el celular y tomó un sorbo de café. Antes de que dejara la taza, llamaron a la puerta.
—Adelante.
La puerta de la oficina se abrió y fue Arturo.
Al ver que era Arturo, Callum dejó la taza con calma, con una sonrisa cómplice en la cara, preguntó, —¿Qué te trae por aquí hoy?
—Callum, no dices así. Soy tu hermano.
Arturo se sentó frente a Callum.
Eran hermanos.
Callum esbozó una sonrisa irónica y dijo, —Solo vienes a verme cuando necesitas algo. Cuando no hay nada, nunca te veo. Ethan me visita de