Con menos gente casándose, las tasas de fertilidad bajaban.
El gobierno había puesto en marcha una serie de políticas, pero era incapaz de mejorar este problema social.
Las dos caminaron y charlaron, y pronto llegaron a la entrada de la villa.
Muchos invitados acababan de llegar al aparcamiento al aire libre, donde ya no cabían tantos coches.
Los sirvientes indicaban a los invitados que aparcaran sus coches en la entrada o en el arcén.
Los coches aparcados en el arcén ya habían formado una larga cola.
—Señorita.
Al ver salir a Maya, los criados la saludaron.
Maya dio la bienvenida a los invitados y los saludó antes de dejar que los condujeran a la villa.
Miró a su alrededor y preguntó a la sirvienta: —¿Dónde está la señora Robinson?
—Aún está en el coche, su coche acaba de aparcar. —contestó la criada señalando una limusina no muy lejos.
En el coche, Dalia vio a Isabela y Maya. Dalia solía seguir a su madre a las fiestas y se había encontrado con Maya unas cuantas veces, pero no social