Liberty lo miraba en silencio.
Duncan se dio cuenta entonces de que ella había vuelto a darles demasiadas vueltas. Siempre era una mujer muy cautelosa.
—Lo que quise decir —aclaró— es que, si no hay nadie más en casa, no deberías dejar a tu hijo solo y bajar a recoger algo. No es seguro.
Su hijo parecía tener apenas dos o tres años, esa edad en la que los niños son pura energía, curiosidad y ganas de tocar todo lo que se les cruza.
Si llegaba a poner las manos en algo peligroso, podría pasar una desgracia sin vuelta atrás.
—Gracias por el aviso. Subo ya.
Liberty recogió los paquetes de pañales y subió las escaleras apresuradamente después de agradecerle a Duncan
Pensó que, apesar de que el hombre frente a ella tenía una figura imponente y una cicatriz intimidante en el rostro —que a simple vista no lo hacía parecer muy amigable—, en realidad era alguien muy atento y considerado.
Definitivamente, no se puede juzgar a una persona solo por su apariencia.
Una vez que ella se marchó, Duncan