Tras un beso, Isabela se apoyó contra el pecho de Callum y se acurrucó un momento antes de abandonar su abrazo.
Isabela levantó la mano para acariciarle la cara y le dijo: —¡No permitiré que te toque ni un segundo en el futuro! Aparte de mí, ¡no dejaré a nadie que te toque!
—Cariño, juraste que lo harías.
Callum ya no estaba tan enfadado.
Dalia acababa de abrazarle por detrás y luego le había metido mano en el pecho, y él la había apartado en cuanto se dio cuenta de que no era Isabela.
—No quiero ver a esa mujer o le daré una patada cada vez que la vea. No pego a las mujeres, pero la pervertida que me ha ofendido es una excepción. Si se atreve a aparecer otra vez delante de mí, le daré una dura lección.
Isabela le aseguró a Callum: —Nunca dejaré que Dalia aparezca delante de ti. Si se atreve a venir otra vez, echaré a esa desvergonzada sin que tengas que hacer nada.
Volvió a acariciarle su apuesto rostro y le dijo: —Sabes, Callum, eres tan guapo, y además estás tan bueno que llamas la