En un piso alquilado, las dos tías de Dalia estaban sentadas en un sofá de madera vetusto, y Dalia se sentaba en una silla.
En la mesita de madera igualmente vetusto frente a ellas había unas cuantas manzanas podridas.
Seraphina, la tía mayor de Dalia, dijo avergonzada a su sobrina: —Dalia, ya lo ves, ahora vivo en esta situación. Aprovechó algún oportunidad para conseguir un trabajo como limpiadora en un hotel, el sueldo es un poco más alto que el de limpiadora en una fábrica, pero sólo son mil dólares al mes.
—Me alegro mucho de que salieras antes de tiempo, pero no puedo ayudarte en lo económico, espero que me comprendas.
Eulalia, la segunda tía, también parecía avergonzada y dijo: —Dalia, sabes que siempre he sido lo mejor contigo, pero tu hermana nos ha puesto en tal situación que ya ni siquiera tenemos la vivienda, y toda la familia tenemos que alquilar un piso para vivir, y a una edad tan avanzada, todavía tenemos que trabajar como limpiadora para ganarnos la vida. Aunque quisie