Media hora después.
La señora Zafón llevó a Dalia a un hotel.
No era un hotel grande, ni siquiera lujoso. Dalia no dijo nada, pero en su corazón estaba quejándose de que la señora Zafón era tacaña y no le llevó a un hotel de cinco estrellas.
La señora Zafón reservó una habitación en aquel hotel para Dalia, y luego le pasó una bolsa, y le dijo: —Esto es ropa nueva, primero vuelves a tu habitación a ducharte, cámbiate de ropa, y luego te llevaré a comer.
Dalia tomó la bolsa y la tarjeta de su habitación y subió.
Aunque llevaba un tiempo en la cárcel, al fin y al cabo, la habían mimado desde que nació y aún conservaba su orgullo, Dalia estaba asqueada del hotel.
No tardó mucho en ducharse, se puso la ropa nueva que le había dado la señora Zafón, se secó el pelo y luego se miró un rato en el espejo antes de peinarse.
Dalia había adelgazado mucho, pero seguía siendo joven y bonita.
—¡Isabela Nuñez, Serenity Hunt, no les dejaré en paz!
Dalia, con maldad en el espejo, dijo: —¡juro venganza co