Kevin sonrió y dijo: —De nada, y no te he presentado a una chica adecuada.
Miró a Luna y bromeó: —Señor Lucas, tiene que esforzarse más. Cuando se case, por favor, asegúrese de invitarme a su boda.
Luna respondió con tranquilidad: —Claro. Si llega ese día, sin duda le invitaré.
Hacía tiempo que Luna había tomado la decisión de no casarse.
Después del desayuno, los sirvientes ya prepararon bien para Luna y Kevin la comida y la bebida que Teresa les había ordenado.
Aunque sabía que la esperanza de Kevin de convertirse en su yerno era muy pequeña, Teresa aún le dejó a su hija que lo siguiera al hipódromo y que no pasara todo el día en casa.
Luna respondió con cierta impotencia: —Mamá, no seas tan exagerado. Sólo tengo un día libre a la semana.
A veces Luna no tenía tiempo para descansar en los fines de semana cuando tenía que asistir a fiestas o cenas.
Ser la cabeza de la familia no era tan fácil.
El jefe del Grupo Díaz seguía siendo nominalmente Román, pero todo el mundo sabía que Román