Liberty deseaba con todas sus fuerzas que todo aquello no fuera más que un mal sueño; que al despertar, sus padres siguieran vivos y los cuatro pudieran seguir viviendo tranquilos como antes.
Nadie sabía cuánto había tenido que cargar ella sola.
Cuando Serenity se sentía triste, siempre podía acudirla a ella — su hermana — en busca de consuelo. Pero ¿y Liberty? ¿A quién podía recurrir cuando el dolor la ahogaba?
—Mamá… no me quiero ir. Quiero quedarme contigo y con papá —murmuró Liberty, negando con la cabeza mientras se aferraba a su madre.
En el fondo, no quería separarse de ellos.
Pero su madre la apartó de su pecho.
—Lib, piensa en Seren… y en tu hijo, en Sonny. Ellos te necesitan, te están esperando. Sé buena, mi amor. Vuelve con ellos. Aquí no es donde debes estar. Anda, regresa ya.
Mientras hablaba, la fue empujando con delicadeza.
Liberty pensó en su hermana y en su hijo.
Sí… todavía tenía un hijo que criar, una hermana a quien cuidar.
Si se quedaba ahí con sus padres, ¿qué ser