Zorrita se sentó erguida, cogió el agua y tomó unos sorbos. Luego quiso salpicar a Arturo con el agua.
Arturo la miraba con una sonrisa.
Al final, Zorrita dejó la taza.
—Deja de adularme. Dime, cuándo me vas a devolver mi cosa.
Arturo se sentó frente a ella y dijo lo mismo que ya había dicho varias veces, —La verdad es que no recuerdo dónde puse esa cosa, y ahora mismo no puedo encontrarla. Si algún día lo encuentro, te prometo que te lo entregaré personalmente, sólo tienes que dejarme tu dirección así como tus datos de contacto.
—¿Qué tal si te pago uno nuevo? Dime dónde compré esa cosa.
—No lo quiero. El nuevo no es el mismo que el mío. Arturo, como ya te he dicho, tu forma de pedir información de contacto es tan pésima que no tiene nada de diferente del comportamiento de un ladrón.
—No, eres un ladrón, tu comportamiento es un robo.
Con una mirada burlona, Arturo dijo, —Zorrita, parece que ha olvidado cómo te quité la cosa... No te habría quitado nada si no me hubieras ofendido antes