Dos días después, la mansión bullía de actividad. Los pasillos normalmente fríos y silenciosos de la finca Cross de repente se llenaron de pasos, charlas y el leve aroma a canela y rosas. Aria estaba parada cerca de las escaleras, entrecerrando ligeramente los ojos mientras observaba a los sirvientes apresurarse a prepararle a la formidable abuela Eleanor Cross.
Ella sonrió levemente.
Recordó a esa mujer cálida pero aguda, la única que alguna vez se había atrevido a regañar a Damian Cross sin miedo.
En su vida pasada, Aria siempre había rehuido a Eleanor, demasiado tímida, demasiado desesperada para complacer a Damian y su mundo.
Pero esto ¿Tiempo?
La encontraría de frente, audaz e inquebrantable.
Cuando el sonido de un elegante Rolls-Royce negro llenó el camino de entrada, Aria enderezó su postura, se alisó el cabello y dio un paso adelante.
La puerta se abrió y allí estaba ella: Eleanor Cross, alta a pesar de su edad, envuelta en un abrigo azul marino, perlas brillando alrededor de