Damian Cross había estado despierto desde el amanecer. La mansión estaba en silencio, sin pasos, sin ruido, solo el leve zumbido del aire acondicionado y la guerra silenciosa que se desarrollaba en su mente.
Se sentó en el borde de su cama, mirando a nada en particular, sus pensamientos dando vueltas en círculos como buitres.
"¿Ella cree que puede comportarse de cualquier manera bajo mi techo?"
Su mandíbula se apretó. Aria siempre había sido impredecible, pero últimamente se había vuelto imposible.
La forma en que sonreía cuando lo molestaba. La forma en que ella ignoraba sus reglas como si fueran ruido de fondo.
Ella era una tormenta hermosa, exasperante, imparable.
Su teléfono vibró en la mesa de noche, arrastrándolo fuera de sus pensamientos. El nombre que apareció en la pantalla lo hizo detenerse.
Abuela Eleanor.
Respondió de inmediato. "Buenos días, abuela".
"Buenos días, muchacho", llegó su voz cálida y autoritaria, todavía fuerte a pesar de su edad. "Espero no hab