«Buenas noches, señora. Bienvenida al Mirage Resort and Suites», saludó la recepcionista con una sonrisa elegante y las manos cuidadosamente cruzadas. Su voz era dulce como la miel.
«Buenas noches», respondió Aria con la misma suavidad, entregándole su elegante tarjeta negra. «Nos alojaremos dos noches. Dos habitaciones VIP separadas, por favor».
«Por supuesto, señora Cross», dijo la recepcionista después de comprobar el sistema. «Sus habitaciones están en la última planta, las suites skyline. Tendrán un mayordomo privado, acceso completo al spa y cenas en el balcón si lo desean».
«Perfecto», dijo Aria, con una pequeña sonrisa de complicidad en sus labios rojos. «Y, por favor, asegúrese de que nadie nos moleste».
«Sí, señora».
A su lado, la abuela Eleanor contemplaba la decoración: las lámparas de araña doradas, los suelos de mármol blanco, el ligero aroma a jazmín y el poder del dinero.
—Querida Aria, este lugar es divino —dijo Eleanor, con voz llena de deleite y asombro—. Me encanta