Capítulo 918
Al instante, los ojos de Daniel se abrieron como campanas de bronce.

—Tú...

Desde niño todos le trataba bien, ¿y era la primera vez que uno le golpeó en la cabeza?

¡Impordonable!

Pero en cuanto se volvió y vio la cara sonriente de aquella niña, su corazón se derritió al instante como malaviscos bajo el sol.

—No esperaba que aunque eres una chica delgada, tienes muchas fuerzas—Daniel enganchó los labios.

Soledad levantó la barbilla y le lanzó una mirada de satisfacción.

Daniel se acercó, con su rostro bello y un atisbo de maldad.

Tenía acorralada a Soledad.

De nuevo, como la última vez, apoyó una mano en la pared y se inclinó ligeramente, con sus profundos ojos clavados en la figura juguetona de ella.

La carita de Soledad se calentó, y el gran santuario interior estaba tan silencioso que lo único que oía eran los inquietos latidos de su corazón.

—Tú... ¿Qué haces? —recordó su nobleza—, ¡cómo te atreves a ser grosero delante de mí!

Ella no se daba cuenta de que ya era solo una gatita fer
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