Ánsar trabajaba recientemente de profesor visitante en la Universidad Médica de la Zona Austral y no fui a tomarle el pulso a Luna.
Soledad, sin embargo, estaba cumpliendo con su deber como su 'ojo' cualificado en el Palacio Oeste.
A veces, Hera se colocaba en lo alto del Gran Palacio y observaba con prismáticos las condiciones del palacio situado al oeste. Pensaba que manteniendo encerrada a Soledad, Luna se volvería loca y la atormentaría de vez en cuando.
Esperaba oír los gritos de Soledad, o ver a Soledad torturada hasta quedar irreconocible.
Pero todo iba en contra de su imaginación.
El palacio occidental estaba tan tranquilo como de costumbre estos días, y todo lo que Hera podía ver desde sus prismáticos era un buen orden.
De vez en cuando, Soledad aparecía en el patio.
Pero su cara estaba fina, y seguía teniendo buen estado de ánimo, aparte de estar un poco delgada, no parecía haber sido torturada en absoluto.
Hera frunció el ceño y se mordió el labio con odio.
¿Qué salió mal? ¿