MAYO
Me estaba lavando la cara cuando se abrió la puerta del baño y entró alguien. No necesité mirarme al espejo para saber que era Lucille. Su perfume tenía una firma inconfundible.
Me dolió un poco el orgullo que me viera así. No pude evitar pensar que disfrutaría. Ni siquiera podía odiarla por ello. Así que decidí ignorarla mientras me reponía para irme.
Considerando que los restos de mi maquillaje ya estaban arruinados, decidí que lo mejor era lavarlo todo. Me miré al espejo, con la atención fija en mi reflejo, aunque vi a Lucille Hall retocándose el lápiz labial. Esperaba que fingiera no verme en mi peor momento. Las emociones crudas seguían consumiéndome incluso si había dejado de llorar. Así que realmente esperaba que captara la indirecta y lo dejara estar. Podría reírse a mis espaldas, por lo que a mí me importaba. No solo aquí.
Pero al parecer, Lucille no era de esas mujeres que rehuían las conversaciones difíciles. Se me acercó en cuanto terminó de pintarse los labios, con e