MAYO
Entre el torbellino de risas, música y tintineo de copas, sentí su presencia incluso antes de que me alcanzara.
"Hola", Edmond nos acortó la distancia con una sonrisa que irradiaba una calidez tan genuina que era contagiosa. No pude evitar imitar esa sonrisa cuando me rodeó con sus brazos en un abrazo que me hizo sentir como en casa. "¿Me extrañaste?"
Su abrazo era un santuario, un lugar donde el mundo exterior se desvanecía y solo quedábamos nosotros dos, entrelazados en ese momento. El aroma de su colonia me envolvió y lo disfruté como si fuera la vida misma. "No te hagas ilusiones, tomé champán".
"Soy mejor que el vino".
No podía recordar qué era. Pero Edmond parecía feliz. No esperaba que estuviera de tan mal humor después de cruzarse con su padre. Aunque era tentador preguntar, tuve que ser escurridiza.
"¿Ganaste la lotería o algo así?" Bromeé, apartándome un poco para mirarlo a los ojos. La alegría que danzaba en esas oscuras profundidades era contagiosa, despertando aún má