Capítulo V

La chica se movió nerviosa dentro de la habitación, que se reducía cada vez más a medida que aquel hombre se acercaba a Montserrat. Cada vez que el venía a buscarla para descargar sus asquerosos deseo en ella, Montserrat parecía morir un poco. Pero su afán por sobrevivir la hacían quedarse quieta y responder como podía a las caricias de este.

- ¡Acércate! - pidió Marcelo con cierta mesura -¡No voy a hacerte daño, porque lo haría tu me gustas, y mucho! - ella se acercó

- ¡Ahora si nos entendemos! - respondió él y comenzó a acariciar su mentón y de ahí bajó a sus pechos muy lentamente, ella a cada movimiento de sus dedos sentía unas ganas tremendas de gritar y salir corriendo de ahí. Pero fue valiente y se quedó, se tenía que quedar, porque si no las cosas podían ser peores para ella. Así que renunció a su cuerpo y se entregó al placer de aquel extraño hombre iba a aprender a jugar, como le enseño Lisa y quizás posiblemente no tuviera que pasar por tantas manos de hombre diferentes e
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