—Hola, señorita Lancaster...
El recién llegado era Alonso. Vestido con un elegante traje negro hecho a mano, se acercó a Valentina con pasos ligeros.
—¿Así que... te vas?
Valentina, sorprendida en el acto, rápidamente mostró una sonrisa elegante y apropiada.
—No, no, solo estaba... buscando a Izan. Debe de haberse retrasado por algo.
Valentina improvisó una excusa.
Alonso, con una ceja arqueada, entendió pero no dijo nada.
—Ese día fue un apuro, y tu identidad como la señorita F se reveló, ¿no estarás molesta conmigo? —Alonso fijó su mirada ardiente en Valentina.
Hoy, Valentina había venido a agradecer a Alonso por su ayuda ese día.
—¿Cómo podría estarlo? ¡Estoy más que agradecida con el señor Valenzuela! Sin usted y sin Izan, ¡yo habría sido señalada como una ladrona de obras y vetada! ¡Ustedes me han ayudado enormemente!
Apenas Valentina terminó de hablar, Alonso sonrió suavemente.
—En ese caso, ¿cómo me vas a agradecer?
Valentina, tomada por sorpresa, se quedó sin palabras.
Mientras