—Le llevé a doña Aurora unas plantas muy valiosas. Me costaron bastante dinero, pero a doña Aurora le gustaron mucho y su opinión sobre mí mejoró —dijo Alba, con una sonrisa de satisfacción.
Justo en ese momento, desde la cocina, se escucharon voces:
—La señorita Moreno me preguntó quién era la invitada que don Santiago iba a traer hoy.
—¿Y le respondiste?
—¿Cómo iba a hacerlo? ¡Esto es la casa Mendoza! Además, doña Aurora me dio instrucciones claras y se trata de don Santiago. Ni aunque tuviera la valentía de un león me atrevería a revelar algo a una extraña.
¿Una extraña? Esas palabras golpearon a Alba como una bofetada. Greta había mencionado cómo la percibían los demás, pero oírlo de otras personas detrás de su espalda la llenó de ira. Quería ir a darles una lección, pero Greta la detuvo justo a tiempo.
Alba miró a Greta con frustración, pero antes de que pudiera decir algo, las voces continuaron:
—Pero parece que a don Santiago realmente le gusta esa señorita Lancaster…
—¿No es as