31.
NARRA SEBAS
Cuando llego a la pastelería, Federica ni siquiera ha llegado. Es por esto que Elena, Lucrecia y yo estamos esperando fuera, ya que ella es la encargada de abrir.
Al llegar, luce algo cansada y bosteza mientras se encarga de la apertura. Yo la ayudo, sin decir nada hasta que entramos.
—Oh, hola, amorcito ¿cómo estás? —imito, de una forma muy patética, su voz y luego hablo con mi tono común—. Bien, boss. ¿Y tú?
—Primero: yo no hablo así y segundo: lo siento. Es que no he dormido nada —habla y bosteza de nuevo—. Y es culpa de tu hermano.
— ¿De Mauricio? —pregunto, frunciendo el ceño.
—Sí —responde, cruzándose de brazos—. Gabriela ayer llegó a la casa con su ex novio, quien está de vacaciones en México y lo besó porque creo que sabía que Mauricio los estaba viendo. Cuando ambos se fueron, se lanzó a llorar y no paró como hasta las tres de la madrugada.
—Espera, espera. No entiendo nada —le digo, sintiendo que la información se tergiversa en mi cabeza de mil formas.
Ella suspi