32.

―Hora de irnos, ¿te llevo a casa? ―pregunto, enrollando mis brazos en su cintura, apoyando el mentón sobre el hombro de mi novia.

—Voy a ir al café donde trabaja Gaby primero. ¿Nos vemos en tu depa más tarde? —pregunta, jugando con el cuello de mi franela.

No puedo negar el ligero estremecimiento que me recorre el cuero ante sus palabras y mi compa se alza en respuesta, cosa que la hace reír. Yo trago saliva con dificultad ante todas las imágenes que pasan por mi cabeza.

― ¿Para qué quieres ir, mi caramelo? ―Me hago el tonto, alzando una ceja.

―Pues, señor Díaz, para que me haga el amor sobre lo primero que encontremos en el camino ―habla con una voz sensual que me prende más, acariciando mi labio inferior con su índice.

Oh, estás en serios problemas, Federica.

—¿No quieres que te lleve al café? —pregunto.

—Tranquilo, pasa por mí si te tranquiliza —responde, robándome un pico de labios.

—Hecho.

Nos despedimos con otro beso, un poco más intenso, y me trepo en el auto para que Pascual m
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