73. No rompo una promesa

Stefanos

El silencio en aquella habitación pesaba más que el acero. Me levanté despacio, sintiendo cada músculo tenso por el esfuerzo de las últimas horas. Pero nada dolía más que verla allí, inmóvil, acostada en esa cama blanca y fría, rodeada de cables y máquinas que susurraban lo que quedaba de su vida.

Me acerqué como quien teme asustar un sueño. Mi mano dudó en el aire antes de tocar su rostro. Su piel estaba fría, pálida... Pero aún era la suya. Aún era mi ruina.

Pasé los dedos por la curva de su mejilla, trazando el contorno de la mandíbula con cuidado, como si aquel toque pudiera convencerla de abrir los ojos. Una sonrisa amarga se escapó, sin ganas.

"Claro que serías tú... la que me dejaría así". Mi voz salió ronca, baja. "Siempre tienes que volverme loco de una manera nueva, ¿verdad?".

Deslicé los dedos por su cabello oscuro, tan suave como recordaba, incluso en ese estado. Y eso dolió. Un dolor que no era solo mío. Era de mi lobo también.

"Escucha, ruina...", le dije cerca
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