279. El chisme de la semana
Kiara
Todavía llevaba el olor a pecado. Y lo peor... era que él tenía su perfume.
Me duché. Usé un champú con olor a nube y una loción con esencia de "no estoy enamorada, lo juro". Pero no sirvió de nada. Jason Wilker estaba impregnado en mí. En el perfume, en la memoria, en el alma.
Miré mi reflejo en el espejo por tercera vez esa mañana. El cabello estaba casi decente, el uniforme impecable, y aun así... todo parecía pecado. Como si cada pliegue de mi ropa gritara: "ella se subió a una moto y a un lobo en la misma noche".
Solté el aire por la boca. El corazón, ese traidor descarado, seguía acelerado desde ayer. Y cada vez que recordaba sus dedos apretando mi muslo, sus labios en los míos... DIOS MÍO.
Puse la mano en el pecho.
¿Sigo viva, verdad?
Sí. Viva y peligrosamente cerca de hacer una locura.
Salí de la habitación intentando parecer centrada. Equilibrada. Pura.
Mentira.
En la escalera, me sorprendí sonriendo a la nada. Esa cara de quien está recordando el beso y la forma en que