269. Secretos de madre e hija
Nuria
Stefanos seguía sentado en el borde de la cama, con la mirada perdida y los hombros caídos, como si hubiera recibido un golpe en el alma.
Mi loba interior estaba dividida entre el instinto de consolar... y las ganas de reír.
¿Cómo podía un lobo de ese tamaño, con tanto poder, fuerza y títulos... quedar hecho pedazos por un beso de su hija?
Me acerqué por detrás y pasé los brazos por sus hombros, sintiendo su cuerpo todavía tenso bajo mi tacto.
"Vas a sobrevivir, lo sabes, ¿verdad?", murmuré, besando su nuca.
"Es mi hija", gruñó, cabizbajo.
"Sí, y es hermosa. Inteligente. Y una adulta de 21 años. ¿Qué esperabas? ¿Que besara solo a los 50?".
"Yo esperaba... no verlo. No saberlo". Resopló. "No quiero esto en mi cabeza. Mi hija besando lobos...".
Me mordí el labio para no reír. No quería que un alfa en colapso emocional me golpeara.
"Está bien. Voy a hablar con ella, a ver si está bien". Me alejé despacio.
"¿Puedes averiguar más sobre el lobo?". Se giró hacia mí, con esa mirada que