165. Sin fin
Nuria
El olor del té de hierbas, mezclado con pan caliente y frutas cortadas, llegó a mí incluso antes de que abriera los ojos.
Y fue suficiente para que mi estómago se revolviera.
Me llevé la mano a la boca, intentando contener la repentina ola de náuseas que subía como marea alta. Respiré hondo, con los ojos aún cerrados, tratando de encontrar un punto de protección. Pero todo lo que sentí fue el vacío a mi lado en la cama.
Stefanos no estaba allí.
Sus brazos, que solían rodearme como una armadura durante la noche, habían desaparecido. Su calor también. E incluso sin abrir los ojos, sentí su ausencia como si fuera un peso físico. Un agujero abierto en mí.
Solo entonces oí el sonido de la porcelana tintineando.
Abrí los ojos despacio y vi a Jenna cerca de la mesita, organizando una enorme bandeja con todo el cuidado del mundo.
"Buenos días, dormilona", sonrió, pero su expresión pronto flaqueó. "Te despertaste antes de que terminara de montar el banquete". Miré todo aquello y un escal