Abraham amó a Sara desde la primera vez que la vio, desde que la escuchó reír y la vio bailar en la fiesta del mes de Julio. Ella sabía del amor del joven, pero más de una vez se había burlado de sus sentimientos, ¿cómo es que un muchacho de quince años podía amarla? Ella era una joven que en menos de un año se casaría, y Abraham un niño que tal vez en la mañana de otoño, amaría a otra mujer. Años después, Abraham sigue esperándola, en la casa de la esquina y los domingos en la plaza donde juegan al bingo. No se ha casado, ni siquiera ha tenido una relación seria porque dice seguir amando a una mujer que solo lo miró como un hermano pequeño. Ahora ella vuelve, pero su corazón roto no está listo para amar, y mucho menos a alguien tan joven que apenas empieza a vivir.
Leer másPara el amor que me sonríe a la vuelta de la esquina.
SINOPSIS
Abraham amó a Sara desde la primera vez que la vio, desde que la escuchó reír y la vio bailar en la fiesta del mes de Julio. Ella sabía del amor del joven, pero más de una vez se había burlado de sus sentimientos, ¿cómo es que un muchacho de quince años podía amarla? Ella era una joven que en menos de un año se casaría, y Abraham un niño que tal vez en la mañana de otoño, amaría a otra mujer.
Años después, Abraham sigue esperándola, en la casa de la esquina y los domingos en la plaza donde juegan al bingo. No se ha casado, ni siquiera ha tenido una relación seria porque dice seguir amando a una mujer que solo lo miró como un hermano pequeño. Ahora ella vuelve, pero su corazón roto no está listo para amar, y mucho menos a alguien tan joven que apenas empieza a vivir.
Fernanda se sumergió en el agua dejando atrás la voz ronca de Héctor, los tatuajes en su piel y la intensa mirada, dejó atrás haber sentido la suavidad de su boca en su mejilla, pero sus amigas no. Desde que se habían despedido porque lo habían llamado, no habían dejado de preguntar. ¿Quién fue Héctor en su vida? Fue su primer amor, su primer todo y ahora estaba ahí, viéndolo cambiado y sintiéndose miserable por irse sin dejarle una nota, sin decirle nada. ¿Aun la odiaba? Esperaba que no, porque ahora parecía alguien peligroso. — ¿Viste el aro en su nariz? ¡Joder! Ese tipo parece haber salido de la cárcel. —Y sin embargo nunca salió de aquí, con las justas llega a Piura por el cine o comprar cosas, nomás. Los tipos de pueblo o puerto son así —dijo Brisa restándole importancia, Fernanda la miró mal e igual Pierina—. ¿Qué? —Media creída eres, ¿no? aun dependiendo de tus padres —la señaló Pierina y Brisa se ofendió, tomó la revista y se fue de ahí,
― ¿Cómo te sientes, Sara? ―la doctora preguntó. Era un pequeño salón pintado de blanco, dos sillones de color gris, una mesita blanca donde estaba la laptop de la doctora y al costado varios cuadernos. Ella tomó uno de color azul cielo, lo abrió y esperó pacientemente a que la mujer contestaba. Ahora las citas médicas eran semanales, las primeras semanas habían sido acompañada por familia, pero hoy todos habían tenido mucho que hacer, así que se había tenido que vestir rápido y venir en la camioneta ella sola, escuchando algo de música tratando de eliminar los nervios que estaban haciendo estragos con ella. ― ¿Hoy, o en general? ―Desde el jueves no nos vemos, dime, ¿Qué tal fue tu semana? ―Ah, sí, claro ―contestó con rapidez mordiendo su labio con nerviosismo. Tomó una respiración profunda y habló nuevamente―. Salí con mis hijos, Bianca le gusta mucho este lugar, está tomando danza y Jimi tiene amiguitos por aquí. Bianca siempre quis
Abraham con sumo cuidado abrochó los botones de la camisa celeste que Iván llevaba puesta, luego lo ayudó a sentarse para que pudiera atarle los zapatos lento, como si estuviera disfrutando el tiempo y tal vez era así. Él lo hacía. ― ¿Ya no podré verte más, Abraham? ―inquirió el pequeño con suma inocencia. El negro soltó el aire contenido y lo miró, sus ojitos bonitos, lo quería, desde que lo vio ingresar a la iglesia, desde que anduvo corriendo a su lado y desde que invadió su casa con gritos, risas y dibujos animados, ahora que se iba solo estaba dejando un hueco en su corazón. ¿Era justo? No, pero ahora todos buscaban el bienestar del niño, y como le dijo su madre, en algún momento él podría tener su familia. Sara. Cuando se mencionaba la palabra familia él solo podía pensar en e
Sara ahogó un gemido cuando lo sintió acostarse a su lado, pesado y oliendo a licor, seguramente había estado tomando, ella con cuidado se giró, abrazándose; rogando en silencio que él no despertara, que esa noche sea tranquila.Aunque deseo volver a dormir, aunque lo suplicó, ya no pudo, más cuando Jimi se levantó llorando, Eder se quejó y con dulzura, esa que casi no veía dijo en un murmuro:―Sigue durmiendo amor, iré yo ―Sara se sorprendió y lo vio ponerse de pie, ir al baño y mojarse el rostro, luego salir mientras despeinaba aún más su cabello color castaño. Ella, con cuidado se puso de pie y lo siguió, asustada de lo que pudiera hacerle algo a su bebé, pero no, esa noche parecía que él estaba sorprendiéndola de mil formas diferentes.Eder sostenía en sus enormes brazos al pequeño Jimi, tan c
Le sonríe al mundo diciendo que es valiente y sus noches son eternas, ahí, envuelta en una cobija llora por que la valentía se ha quedado en la puerta. Porque es cobarde y él otra vez rompe su espíritu. Y él vuelve a romperla. Sara gimió haciéndose un ovillo en la cama, trató de cerrar los ojos, de dormir, pero esa noche no podía, el corazón le latía con fuerza y aunque había logrado escapar de Eder, en los sueños la visitaba para robarle la valentía, o para asegurarse que ya no quedaba nada de la Sara que enamoró.Las noches y las mañanas eran las más frías, y más esa noche que estaba lloviendo, sin electricidad y sin estufa. Había escuchado a Jimi llorar, pero ella no se había movido de la cama, no se había querido mover ni un solo centímetro, se odiaba, estaba odiando ser ese tipo de mujer q
Las melodías más hermosas siempre provienen de los corazones más heridos. James A.Abraham controló desde su planta el ultimo riego en las hectáreas, desde su puesto pudo ver como lentamente se abrían para regar, y los trabajadores recorrían cada centímetro de esas tierra verificando que todas funcionaron perfectamente. Después de una hora, uno de los que estaba a su mando habló diciendo que todo estaba correctamente, y Abraham cerró todo, tecleó en la laptop mandando el informe diario, la cantidad de agua y las pocas perdidas que habían tenido por la intensa lluvia.Pasada de las tres cerró todo y dio por finalizada su jornada, hoy por más tiempo, él mismo se tomó el tiempo de admirar la caña de azúcar, la gente trabajando y el sol en el punto más alto, ¿quién pod&iacu
Último capítulo