CAPÍTULO VIII EL MISTERIO TEMPLARIO (III)

 —Alguna vez fui como ellos —les decía Sir Bernard mientras cenaban sobre la larga mesa de adobe en el comedor, sentados en elegantes sillas de madera. Sir Bernard se sentaba a la cabecera, mientras que los hombres crononautas se sentaban a la derecha y las mujeres a la izquierda. Magdalena servía la comida consistente en cerdo asado, verduras y vino servido en copas metálicas, y una torrencial tormenta eléctrica acontecía en el exterior. —Fui un devoto cristiano y me enrolé en las Cruzadas hace unos quince años. Recuerdo que el Inquisidor predicaba en aquella época que no servía de nada combatir a los infieles en Tierra Santa si había infieles en Europa. En el trayecto hacia Tierra Santa los cruzados erradicábamos a todo judío, musulmán o pagano que nos encontráramos. Recuerdo que incursionábamos en los bosques del norte donde todavía habitan pueblo

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