–¿¡Qué carajos fue lo que pasó!? –brama Carlos al ingresar al hospital como una tormenta, con el rostro desencajado y los ojos inyectados de furia y angustia. Camina con pasos rápidos y pesados, como si el suelo temblara bajo su desesperación y apenas divisa a Amara sentada, se le acerca como un rayo. – ¡Amara, habla! ¿Qué ocurrió? ¿Por qué Úrsula está aquí?
Amara se levanta de golpe, sorprendida por la intensidad de su padre, pero intenta mantener la calma, aunque su voz tiembla. –Padre… no lo sé con certeza –dice, bajando la mirada unos segundos, buscando las palabras adecuadas. –Cristóbal y yo estábamos saliendo de la oficina cuando escuchamos un golpe sordo. Fue como… como si algo pesado cayera desde gran altura, por eso corrimos y la vimos… estaba tendida en el suelo. Él la cargó sin dudarlo y la trajo en brazos hasta aquí.
Carlos aprieta los dientes y frunce el ceño, furioso y confundido. –¿Qué demonios hacía Úrsula en la oficina a estas horas? ¿Sola? ¿Qué se supone que estaba