Amara no duerme. La noche se convierte en un campo de batalla silencioso. Camina de un lado a otro por el salón de su casa, los pies descalzos golpeando el mármol helado. Sus manos tiemblan al rozar los cristales de las ventanas, mientras observa la ciudad dormida allá afuera. Su mente no se detiene: frases, titulares, imágenes falsas circulan como cuchillos que no dejan de cortarla. Kate Fitzgerald. Ese nombre se repite en su cabeza como una letanía maldita.
Cada vez que cierra los ojos, vuelve a ver las portadas: fotografías manipuladas, acusaciones crueles, titulares que la reducen a una villana de caricatura. Pero lo que más le duele no son las mentiras sobre ella. Es ver el rostro de Liam en medio del escándalo. Un hombre que ha dado todo por protegerla, convertido en blanco de rumores venenosos.
–No más –susurra con voz quebrada, apretando los puños.
Camina hacia el escritorio, enciende una lámpara y extiende hojas en blanco. Empieza a escribir ideas febriles: conferencias, c