Sophie camina en círculos por su departamento, con los ojos rojos, el alma rota y la garganta seca de tanto llorar. La culpa la consume como una ola oscura que no la deja respirar. Cada vez que recuerda el vestido blanco, las flores, los votos… siente que traicionó a su amiga. ¿Cómo pude acompañarla al altar sabiendo que algo no estaba bien? piensa una y otra vez. ¿Cómo pude mirar a Cristóbal a los ojos y no decir nada?
Las lágrimas corren por su rostro sin que ella intente detenerlas. Se sienta en el borde del sofá y se cubre la cara con las manos. El silencio es aplastante.
De repente, un golpeteo firme sacude la puerta. Ella se queda inmóvil. Su corazón da un vuelco. ¿Quién podría ser a esa hora?. Con el alma en vilo, camina hacia la entrada. Sus pasos suenan huecos sobre la madera. Abre. –¿Qué haces aquí? –pregunta Sophie, con voz quebrada, mirando fijamente a Liam. Su presencia es un golpe de realidad, un recordatorio de todo lo que salió mal.
Liam no sonríe. Está pálido, con