Cristóbal se separa de golpe, como si lo hubieran sorprendido robando. Úrsula, en cambio, gira con una sonrisa apenas dibujada, como si hubiera estado esperando ese momento. –Sophie… –balbucea Cristóbal, intentando acercarse. –No es lo que parece

–¿No es lo que parece? –escupe ella, dando un paso al frente. –¿En serio vas a decirme eso? ¿En medio de la desaparición de Amara estás… abrazando a ella?

Úrsula da un paso hacia Sophie, como si quisiera intervenir. Pero Sophie levanta una mano para detenerla. –No digas una palabra. No me hables –le advierte, con la voz cortada. –No quiero escucharte.

–Sophie, te juro que puedo explicarlo –insiste Cristóbal, con la voz rasgada, como si las palabras se le desgajaran de la garganta. Da un paso hacia ella, pero se detiene al ver sus ojos, fríos y dolidos.

Sophie lo mira fijamente, inmóvil en el umbral, como una estatua esculpida en traición y rabia contenida. –¿Explicar qué, Cristóbal? –su voz es baja, pero filosa. – ¿El abrazo? ¿La sonrisa