CAPÍTULO VEINTICINCO
Con una taza de café en la mesa en medio del jardín y en la que desayunaban Maximiliano, Manuel y Salomé. La sonrisa en el rostro de Salomé había cambiado un poco y eso lo podía ver Maximiliano ya que él había sido quien la había visto sonreír siendo Paula y no Salomé. La sonrisa había cambiado, ahora era una sonrisa llena de seducción.
Maximiliano sabía que esa mujer podía hacer a que su hermano cayera por ella una vez más.
Finalmente Salomé bajó los cubiertos en sus manos y tomó su celular a su lado. A Maximiliano le daba miedo que ella hubiera cambiado.
— ¿Disfrutaste el desayuno? —Preguntó Maximiliano al ver que ella no decía nada más, estaba cambiando muy rápido y él solo parecía enamorarse cada segundo más mientras extrañaba a la Paula que él nunca pudo ver como tal.
—Sí, solo arreglo un par de cosas.
Manuel y Maximiliano se miraron. El ambiente había cambiado completamente.
—Manuel, ¿será que puedes acompañarme a recibir los vestidos que llegaran en u