— ¿Quién te crees que eres? ¡¿Qué te pasa, Maximiliano?! ¡Ni siquiera se te ocurra volver a hacer lo que hiciste afuera de la casa porque a la otra no voy a responder! —Gritó Salomé una y otra vez mientras entraban en la gran casa que habían comprado. Y detrás de ellos caminaba Manuel sin poder dejar de sonreír de manera discreta.
— ¡Ya te lo dije, Salomé! ¡Te tuve que besar porque Alejandro nos estaba viendo desde atrás!
— ¡Bonita excusa tuviste para hacerlo!
— ¡Piensa lo que quieras, no me interesa!
— ¡Ya te dije que no vuelvas a hacer algo que no te he dado permiso hacer! —Dicho eso, Salomé subió las escaleras yendo directo a su habitación.
Estaba furiosa, estaba harta de que los hombres quisieran hacer lo que sea con ella. Salomé ya no era la misma. Paula había muerto, Salomé no iba a permitir que ningún hombre le pusiera la mano encima.
Al llegar a su habitación Salomé cerró las puertas mientras su pecho subía y bajaba con total dificultad.
No podía quitarse de la mente