CAPÍTULO 37. DUDAS...

Serenata de Mateo

«Te quiero, lo digo como un lamento, como un quejido que el viento, se lleva por donde quiera. Te quiero, qué pena haberte perdido, como quien pierde una estrella, que se le va al infinito» Y así, él terminó de cantar hasta el final la canción, escuchándose su voz por encima de la del cantante del grupo.

Al terminar de tocar el mariachi, Mateo les pagó el servicio, pidió la cuenta y salió para retirarse del lugar. Lo mismo, hizo Julio sin que los demás se dieran cuenta. Nuevamente, en el estacionamiento las miradas de estos se tropezaron, la de él fría y penetrante, la de ella triste y melancólica.

—Por favor, permite que abrace a mi hijo —solicitó él.

Ella, para evitar enfrentamientos entre ellos, lo permitió quedándose de pie frente a él, observando a su hijo y como este se sonreía muy fuerte con su padre. Mateo lo abrazó, besó y bendijo devolviendo el niño a los brazos de su madre.

—¡Gracias! —fue todo lo que él mencionó, sin ninguna otra palabra de despedida, sub
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