El camino de vuelta a la Villa Bellucci estaba iluminado solo por el brillo plateado de la luna y las estrellas que salpicaban el cielo toscano. Nuestros pies, aún manchados de morado del jugo de las uvas, dejaban marcas en el sendero de piedra mientras caminábamos lado a lado, los hombros ocasionalmente rozándose.
"Estoy arruinada", comenté, mirando mi vestido blanco ahora cubierto de manchas violáceas. "No sé si esto sale."
Christian rió, el sonido relajado y genuino.
"Considéralo un recuerdo auténtico de la Toscana", respondió, su mirada recorriendo mi cuerpo de una forma que me hizo sonrojar. "Además, el morado te queda bien."
"¿En serio?", provoqué, girando para mostrar el daño completo. "Creo que voy a incorporar manchas de vino en todos mis atuendos a partir de ahora."
"Solo no dejes que Isabella se entere", bromeó, sus ojos brillando con diversión. "Tendría un infarto si supiera que la nueva Señora Bellucci apareció en público pareciendo haber rodado en un barril de Nebbiolo."