Mientras caminábamos de vuelta al festival, un silencio cómodo se había instalado entre nosotros. Las revelaciones sobre el pasado de Christian con Francesca aún pesaban en mis pensamientos, pero, de alguna manera, sentí que realmente se había abierto conmigo, mostrando una vulnerabilidad que rara vez permitía que alguien viera.
La plaza central del pueblo estaba aún más animada ahora, iluminada por cientos de linternas coloridas colgadas entre los edificios centenarios. Una banda local tocaba música tradicional italiana, y el aroma de comida típica se mezclaba con el perfume dulce de las uvas maduras.
"¿Aún quieres quedarte?", preguntó Christian, su mirada cautelosa, como si esperara que quisiera regresar a la villa después de nuestra conversación.
"Sí", respondí con más firmeza de la que esperaba. "No voy a dejar que nada arruine nuestra noche."
Una sonrisa genuina iluminó su rostro, esa rara sonrisa que alcanzaba sus ojos y suavizaba sus facciones.
"En ese caso, creo que llegamos j