ESPOSAS FALSAS

Entreabrí los labios, observando a Sebastián con expresión interrogante e inquieta. Pero, en lugar de explicarme nada, me sonrió y apoyó su frente en la mía.

—¿Qué hiciste con él en la terraza?

Jadeé cuando me estrechó con más fuerza entre sus brazos. Podía sentir la mirada desconcertada de Isaac, la sonrisa de Gisel y los penetrantes ojos dorados del señor Daniels. Todos mirándonos fijamente.

—Na-nada. Solo, solo me dijo...

—¿Te dijo que eres Lizbeth Ricci, su prostituta personal? —alzó una ceja y yo apreté los labios—. ¿Acaso te gustó saberlo?

Estaba celoso, me di cuenta. Muy enfadado y muy celoso; además de ebrio. No había rastro de su desenfadada personalidad.

—Por favor, Sebastián —musité conteniendo las lágrimas. Con cada segundo que pasaba, atraíamos más y más miradas—. Hablemos en otro lugar, te lo ruego.

Yo estaba a punto de colapsar. Sentía las piernas débiles y el corazón en un puño. Todo era muy abrumador, y tenía la sensación que, de seguir allí, las cosas t
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