Capítulo 19

Los asaltantes forcejearon con ella y la golpearon. Luego, uno de ellos se atrevió a pasar sus sucias manos por el cuerpo perfecto de su esposa, y eso encendió la furia de Rubén todavía más. Verla llorar, tan asustada, le rompía el corazón. Su deber era protegerla de todo daño, y por una estúpida discusión, la había dejado expuesta.

Le arrancaron el anillo del dedo y, cuando Rosanna intentó recuperarlo, este cayó al suelo y desapareció bajo el auto. En medio del caos, la golpearon otra vez. Rosanna se desmayó en los brazos del cerdo que la había tocado. Las luces de un auto que ingresaba al estacionamiento los alertaron, y se la llevaron con ellos.

Nada de eso tenía sentido. Si el motivo era el robo, no había razón para llevársela. A menos que el secuestro fuera el verdadero objetivo desde el principio.

Esos idiotas acababan de firmar su sentencia de muerte. Rubén Salazar los cazaría, uno por uno. Y los torturaría de las formas más horribles y dolorosas posibles, hasta que la muerte l
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