Una llamada entrante lo sacó de sus pensamientos. Era Rolando, el guardaespaldas de Rosanna.
—¿Alguna novedad?
—No la encontramos, señor.
—¿Qué quieres decir con que no la encuentran? —Rubén se incorporó de golpe al escuchar la noticia.
—Estamos en el centro comercial, la señora Rosanna pasó un largo rato en la joyería, compró muchas cosas y luego se dirigió al baño. Yo mismo la esperaba en el pasillo porque llevaba millones encima, pero no volvió a salir. Cuando entré a revisar, ya no estaba.
—¡Mi esposa no pudo desaparecer de la nada! ¡Encuéntrala!
—Señor, ya revisé las cámaras de seguridad. Se ve claramente cuando entra, pero luego se pierde el rastro. En ninguna otra cámara aparece. Lo llamo para que usted ubique su rastreador personal; solo puede hacerse desde su computador.
—Dame un momento.
Rubén dejó el celular sobre el escritorio y buscó en su ordenador. Al abrir el programa de rastreo, pudo ver que su esposa aún se encontraba en el centro comercial, concretamente en una tien