No fue sino hasta que Emilia se encontró a solo un par de metros, que lo vio.
Alexander se encontraba arrodillado en el suelo y en sus manos sostenía un anillo de compromiso. El ver eso fue muy duro para ella, tanto que podría compararlo con que le dieran un fuerte golpe en la boca del estómago. Apenas podía creer lo que estaba viendo, pues si bien sabía que Alexander debía continuar con su vida; no por eso resulto más fácil de asimilar.
Se veía exactamente como la última vez que lo vio e incluso se atrevería a decir que lucía aún más apuesto que entonces.
Por desgracia, no lograba ver a la mujer ante él. Aquella a quien le estaba proponiendo matrimonio, pues esta le daba la espalda en esos momentos.
—¿Te quieres casar conmigo? —lanzo la tan esperada pregunta.
Lo cierto es que una parte de Emil