No obstante, Alexander aun no la había soltado. Sentía uno de sus brazos enredado con fuerza alrededor de su cintura, pegándola a su cuerpo. En tanto que la otra la puso en uno de sus hombros, haciendo que se mantuviera totalmente erguida. Se sentía un tanto aprisionada, con él a sus espaldas.
—Puedes soltarme, estoy bien —le hizo ver.
Infortunadamente, eso no lo hizo; sino que al contrario apretó su agarre con un tanto más de fuerza. Sentía como acercaba el rostro a su cuello y su aliento solo un instante antes de que sus labios entraran en contacto con la suave piel de su cuello. No fue solo un rose, sino que la besaba.
Alexander no podía permitir que se golpease, en especial cuando había sido su culpa por ser tan brusco. Se apresuro entonces para sostenerla e impedir que se lastimara. Lo que nunca espero fue que el impulso de abrazarla para ayudarla, despertara algo
Por un momento se sintieron como un par de adolescentes, pillados por sus padres teniendo relaciones en el sofá de la sala de su casa. Si bien, parte de eso era verdad; no eran ningún par de jovencitos. Ambos eran adultos hechos y derechos, ceos de una de las más importantes empresas de construcción el país e incluso esposos. Aunque no por eso dejaba de ser menos vergonzosa la situación.—¿Alexander estas hay? —repitió, mientras comenzaba a abrir la puerta.Dada la situación en la que se encontraban, no podían permitirlo; así que se apresuraron a correr hacia esta para cerrarla de nueva cuenta. No podían impedirle ver en el interior, eso jamás.—¿Qué diablos pasa? —le cuestionó, desconcertado por su acción.—Estoy aquí papá, ¿que necesitas? —le pregunto Ale
La velada fue todo un éxito, como habría de esperarse teniendo en cuanta toda la preparación y el cuidado que tuvieron a la hora de afinar cada uno de los detalles. Deseaban que aquella fuese una noche sin duda especial y única, lo cual lograron.Tanto los invitados como los medios salieron de ahí con la idea de que aquella fusión no daría más que buena noticias y grandes sorpresas en un futuro cercano. En tanto, que los padres de ambos no podían sentirse más orgullosos de ellos y es que era grandioso todo lo que estaban consiguiendo. Eran conscientes de que habían hecho la mejor elección al ponerlos al frente del imperio que habían construido.Ambos regresaron al apartamento pasada la media noche. Al atravesar la puerta, Emilia no dudo ni un solo momento en quitarse los altos tacones que usaba para recogerlos y comenzar a caminar sin demora rumbo a su habitación, se sentía exhausta.—Emilia —la llamo Alexander, más ella solo continúo andando como si
El aroma a flores inundaba La Catedral del Santo Nombre, en Chicago. Era finales de julio, el cielo se encontraba despeado y el clima era cálido; perfecto para la ocasión que estaba a punto de tener lugar.En el interior todo estaba cubierto de rosas blancas, el camino de entrada había sido cubierto por pétalos que daban la bienvenida a una hermosa novia enfundada en un precioso vestido blanco. Era una creación exquisita de encaje y satén, que envolvía la figura de la joven; resaltando su pequeña cintura, sus pechos generosos y caderas estrechas. La cola del vestido de estilo clásico arrastraba tras ella un par de metros, mientras avanzaba tomado del brazo de su padre. Este le veía con una sonrisa, mientras sostenía su mano con cariño, haciéndole saber que estaba a su lado.Avanzaban al ritmo de la marcha nupcial, pasando al lado de toda su familia y amigos; quienes los veían con alegría e incluso algunas lágrimas eran derramadas. En cambio, la atención de ella se encontraba puesta
Un par de meses atrás…Alexander había llamado a Clara, su novia, varias veces a lo largo de la tarde sin respuesta. Deseaba verla, hablar con ella; por lo cual insistió hasta que consiguió que su asistente le dijera donde se encontraba. Ambos había decidió mantener su relación en secreto, por el bien de sus carreras. Ella era una importante modelo, su carrera iba en ascenso. En tanto que él era el Ceo de una de las empresas de construcción más importantes del país.Llevaba varios días sin verla, así que en contra de todos sus acuerdos decidió buscarla en público. Según su asistente se encontraba en el hotel, The Gwen. Tenía una reunión hay con un cliente y pretendía sorprenderla. Por desgracia, al arribar no encontró rastro alguno de ella en el restaurante o el bar; por lo cual dio por hecho que debía encontrarse en alguna de las salas de reuniones. No tenía otra opción más que esperar y no encontró una mejor forma de hacerlo que tomando una copa en el bar. Apto por dirigirse haci
Alexander no tenía idea de lo que estaba pasando y es que no era típico en ella el actuar de ese modo. —¿Qué es lo que te sucede? —le cuestiono extrañado.Por desgracia Emilia no contesto, sino que tan solo se acercó un poco más a él; lo cual le sorprendió de inicio. Sin embargo, pronto se dio cuenta de lo que pretendía y es que se ocultaba tras suyo, mismo que solo causo su mayor desconcierto. No lograba entender lo que pudo hacerla actuar de ese modo. —¿Qué diablos te sucede Emilia? —deseo entenderlo. —Cállate y no te muevas —respondió de forma cortante. —Lo are si no me dices lo que ocurre —advirtió, mientras comenzaba a hacer girar el banco sobre el que se encontraba sentado. Emilia no pretendía dejar que eso ocurriera, así que lo retuvo con firmeza. —Hablo en serio, si te mueve te lastimare —lanzo un ultimátum en su contra.Alexander en cambio le presto poca atención a sus palabras, soltándose de su agarre para comprobar de lo que se trataba. En cambio, a sus espaldas n
Emilia no tenía la menor idea de lo que le ocurría; pues la actitud relajada de antes había desaparecido. Parecía molesto, exaltado y totalmente fuera de sí. Estaba claro que algo había sucedido, solo que no tenía la menor idea de lo que se trataba. Tampoco parecía que él se encontrase dispuesto a revelarlo, por lo cual solo le resto seguirlo al menos hasta el exterior y es que eso era justo lo que deseaba. Una vez se encontró fuera, se liberó de su agarre; aun cuando eso no le resulto nada sencillo. —¡Loco! —lo llamo con desprecio mientras se alejaba.Alexander apenas era consciente de lo que estaba haciendo, al igual del hecho de que Emilia se alejó de él furiosa. Vio entonces como al otro lado de la calle Clara subía a un auto, acompañada de aquel hombre. No podía permitir que se marcharan, necesitaba detenerlos y obtener respuestas de su parte. Por desgracia, el tiempo se terminaba. Ellos se marchaban y no dejaría que eso ocurriera. Infortunadamente su auto se encontraba en e
Cuando Emilia comenzó a despertar, lo hizo sintiéndose confusa y es que no recordaba lo sucedido o al menos fue así en un principio. Pronto observo todo a su alrededor, se encontraba en una habitación pintada en su totalidad de color blanco, lo cual, acompañado aquel característico aroma a alcohol y desinfectante, le hizo dar cuenta del sitio en el que se encontraba. Estaba en una habitación de hospital y ser consciente de eso le hizo recordar los acontecimientos de esa noche, mismos que terminaron en un coque de auto. Apenas fue consciente del todo de si misma, se dio cuenta de que por fortuna no parecía encontrarse gravemente herida. Portaba un collarín, sentía un liguero sabor metálico en su labio inferior y usaba una clase de cabestrillo en una de sus muñecas. Fuera de eso se sentía bien, tan solo se sentia levemente dolorida. Sin embargo, eso no mermaba su furia y es que tenía en claro quién era el culpable de que se encontrara ahí. Su molestia no radicaba tanto en el daño su
—¿De qué están hablando? —trato de entender Emilia, intentando no parecer demasiado alterada ante semejante afirmación. —No finjan más, lo sabemos —declaro su padre con una radiante sonrisa en los labios.—¿Fingir? En verdad, no tenemos idea de a lo que se refieren —le aseguro Alexander, quien de igual manera no había podido evitar preocuparse.—Nos entregaron sus pertenencias cuando llegamos y hemos encontrado esto — explico Martha, la madre de Alexander, mostrándoles de forma orgullosa el anillo de compromiso que se encontraba en su mano.—¿Eso es…? —intento entender Emilia, pues le parecía una locura que algo como eso hubiese aparecido en sus pertenecías; por lo cual solo se podía tratar de una equivocación.—Es claro de lo que se trata —le interrumpió Lucas.—Solo que no entendemos porque no nos lo habían dicho —continuo enseguida Paul, igual de extasiado que el resto.Al escuchar aquello todo cuanto ambos pudieron hacer fue voltear a verse el uno al otro, intentando entender lo q