Cuando salió del estudio un par de horas después, se encontró a su madre sentada en el pequeño recibidor fuera de la oficina con un libro en las manos.
—¡Al fin han terminado de hablar! —exclamo con alivio y es que había comenzado a pensar que tendría que entrar para interrumpirlos.
—Si, hablamos mucho —reconoció con una sonrisa; mientras revisaba el reloj en su muñeca, mismo que le dijo que pasaba de la media noche.
De igual modo se dio cuenta de que en el exterior una gran tormenta se desataba con fuerza.
Al voltear a su alrededor no voy a Alexander por ningún sitio, por lo cual su primer pensamiento fue que se había marchado sin ella. Lo cierto es que no podía culparle por eso, no cuando había pasado tanto tiempo hablando con su padre.
—Esta arriba— le dijo su madre aun antes de que preguntara.
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