Emilia sentía que no podía respirar era como si una clase de cuerda oprimiera su garganta, se sentía mareada y es que la noticia que acababa de recibir no era para menos.
Estaba a punto de comenzar a llorar, cuando de pronto escucho como alguien le llamaba a sus espaldas.
—Emilia.
Al voltear se encontró con Alexander, quien era la persona que menos deseaba ver en esos momentos; después de todo era el artífice de aquella desgracia.
—Ahora no Alexander, ahora no —se negó mientras comenzaba a caminar para alejarse, pues en caso contrario no sabía de lo que sería capaz.
—Espera Emilia —le pidió mientras iba tras ella.
—No, ahora no puedo. Solo déjame sola o te juro que no se de lo que sería capaz —le dijo, dándole voz a la frustración que sentía en aquellos momentos.
—Créeme que me gustaría dejarte sola, pero no puedo. Necesitamos hablar, es urgente —afirmo mientras le daba alcance al fin o más bien ella se lo permitía, pues se detuvo de pronto.
—Por supuesto que es urgente. Nuestros padre