—El bebé no presenta problemas, el inconveniente recae en usted… ya experimentó episodios de ceguera temporal. Si esto progresa, siendo usted médico, sabe bien que no podemos predecir con certeza qué pueda pasar.
—Sí, lo comprendo. —Luciana asintió. En medicina, cada caso evoluciona de modo distinto, y no hay garantías absolutas.
—Gracias, doctora.
—No hay nada que agradecer.
Al salir del consultorio, Luciana estaba pálida. Un escalofrío recorrió su cuerpo de pies a cabeza. Bajó la vista y llevó una mano a su vientre.
Al principio, ni siquiera estaba muy convencida de tenerlo. En estos meses, el embarazo le había causado muchas molestias. Pero ahora que el bebé ya era tan grande, podía sentir sus movimientos y latidos, esa conexión sanguínea tan especial…
Había hecho planes para su vida, incluyendo a Pedro y a este pequeño ser que llevaba dentro. ¿Cómo había terminado en esta encrucijada?
¿Debería renunciar a él? Ya era un feto muy desarrollado, casi una personita formada. ¿Tanto esfue