—Oh, está bien… —murmuró Martina, asombrada. «¿“En casa acaban de preparar”? ¿No fue él quien lo trajo de casa?»
No pudo evitar preguntar:
—Señor Guzmán, ¿ha estado aquí toda la noche?
—Así es. —Alejandro la miró de frente—. Por favor, díselo tal cual a Luciana.
Martina se quedó sin palabras ante la desfachatez, pero en fin, subió con él al apartamento.
***
Arriba, Luciana estaba sentada en la cama, todavía medio adormilada, cuando oyó ruidos en la entrada. Esperaba a Martina, pero no solo a ella. Cuando los vio, soltó un “¿Eh?” sorprendido.
Alejandro, como si nada, dejó el termo de comida sobre la mesa y se acercó a ella, sentándose al borde de la cama. Entonces, con toda naturalidad, tomó su mano:
—Te despertaste justo a tiempo. ¿Te llevo el desayuno aquí o prefieres levantarte?
Luciana arrugó el entrecejo:
—¿Qué haces aquí?
Él no contestó, sino que miró a Martina con un leve gesto. La chica se rascó la nuca, incómoda:
—Pues… Luciana, el señor Guzmán pasó la noche afuera, en el auto