Capítulo 1139
—¡Tío, tío!

Alba apenas cruzó la puerta y ya corría escaleras arriba.

Luciana quiso detenerla:

—Alba…

Pero la niña, un torbellino, se le escapó de los brazos.

–¡Tíoooo!

—¿Qué pasa? —Alejandro salió del despacho. Al verla, su expresión se suavizó y se acuclilló abriendo los brazos—. Aquí estoy.

—¡Tío! —Alba se lanzó a su pecho—. ¡Hoy saqué cien en dictado!

—¿De veras?

—¡Sí! —sacó del morralito un cuaderno y se lo enseñó—. Tú me enseñaste a escribir.

—Orgulloso de ti. —La besó en el cabello; notó la cabeza sudada—. ¿Por qué corres tanto? Vas a resfriarte.

Sacó un pañuelo y secó con cuidado aquella frente que siempre sudaba un poco más: Alba había nacido prematura; Luciana y él eran muy puntillosos con los cambios de temperatura.

Luciana alcanzó a los dos y, al ver la escena, sintió la culpa clavarle una espina más honda en el corazón.

—Alba —le tendió los brazos—. Ven, cariño.

La niña miró a Alejandro y se acurrucó más.

—Quiero quedarme un ratito con el tío.

Luciana insistió con voz firm
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